Caracas es una ciudad joven, tanto que parece una adolescente en plena crisis de identidad, que no nos permite compartir con ella. Solo nos deja verla superficialmente a través de sus vías plagadas de irregularidades y huecos, cual acné, que nos maltratan e impiden queramos acercarnos a ella. Aunque a veces por cosas del destino es ella con sus malas juntas quien se acerca a nosotros y nos roba la paz.
Así vivimos a nuestra Caracas con miedo a que, en una crisis propia de la edad, arremeta contra nosotros. Simplemente porque quienes debieron ponerle carácter (las leyes, el estado, el gobierno, etc.) la abandonaron a su suerte, si bien no antes de enfurecerla y darle armas para su supuesta autodefensa.
Da miedo pensar en esta adolescente llamada Caracas, pero cuando intentamos recordar quien fue hace algunos años: La niña de Venezuela dando la cara en un nuevo continente lleno de oportunidades. A pesar de que dé terror acercarse a esta muchacha creo que aún hay tiempo de rescatarla y traerla a la luz, porque todavía conserva ese destello de niña dulce en sus ojos, en esas estructuras, casas, calles que por miedo hemos olvidado pero que se conservan imponentes y anecdóticas si decidimos observarlas de cerca e incluso caminarlas.
Pese a la oscuridad impuesta aún hay un color muy particular en Caracas en la forma como el sol baña cada edificio e incluso como las nubes se funden con los edificios en los días lluviosos, porque Caracas es mucho más que el Ávila, es lo que nosotros hemos abandonado y por eso quiere vengarse de nosotros, pero lo olvidará rápido con paciencia y un fuerte abrazo.
Ciertamente no es perfecta y es muy odiosa con nosotros, pero tenemos que recordar que solo es una adolescente a la que debemos enseñarle a aceptar su pasado, su presente y sus infinitas posibilidades de futuro más allá de las armas y la venganza. Caracas es una ciudad hermosa, especialmente en los rincones que olvidamos por miedo.
Ciertamente no es perfecta y es muy odiosa con nosotros, pero tenemos que recordar que solo es una adolescente a la que debemos enseñarle a aceptar su pasado, su presente y sus infinitas posibilidades de futuro más allá de las armas y la venganza. Caracas es una ciudad hermosa, especialmente en los rincones que olvidamos por miedo.
Publicado originalmente en Kemapache.com
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