martes, 31 de marzo de 2020

Historia de mi vesícula


Hay dos tipos de ignorancia, la que implica falta de conocimiento y aquella que se refiere a la omisión de algo. En la historia de mi vesícula hay de ambas.
Esta historia comienza el día que nací, pues como cualquier otro ser humano nací con un órgano llamado vesícula y realmente después de 29 años su existencia nunca fue notoria, ni me enteraba de que existía, como debe ser. Hasta que me diagnosticaron un cólico biliar la madrugada del 03 de enero de 2020, había pasado toda la noche despierta y adolorida. En ese momento fue en el que me enteré que tenía vesícula, las cosas que descubrimos cuando algo deja de funcionar, como la vesícula no es un órgano esencial (solo es un depósito de bilis, producida por el hígado) cuando empieza a fallar y ocasionar problemas hay que removerla.

La historia de mi vesícula es una historia de ignorancia

Luego de diagnosticada, en retrospectiva, resulta que tenía al menos 6 meses con extraños y frecuentes malestares estomacales; sensación de hambre acompañada de gases, pero dentro del estrés habitual deduje: hambre acabando de comer significa ansiedad. Aquí no hay nada de que preocuparse, sigamos estresándome.

Transcurría julio 2019, mi vida estaba más que conmocionada, en junio había tenido un accidente en moto del cual apenas me recuperaba. Estaba en mi tercer mes de emprendedora, con mucho por hacer y sin haber cubierto aún mis ingresos mínimos esperados. Indudablemente, todo lo que me pasara podía ser endosado a la ansiedad, ¿quién se preocupa por tener ansiedad?

Incluso, lo que hoy entiendo fue mi primer cólico biliar, creí era una indigestión en la madrugada del 04 de agosto. Aquel día había hecho un pequeño desastre comiendo en la noche, así que el dolor y los gases los atribuí directamente a una indigestión. ¿Quién se alarma por una indigestión? Este es el nivel de mi ignorancia sobre mis malestares físicos, no son nada sigamos adelante, además ignorando las características de los problemas vesiculares. La ignorancia y desconocimiento pudieron haberme llevado a un cuadro mucho más complicado.

Fueron pasando las semanas y meses, seguían los incomprensibles malestares y me acostumbre a vivir sintiéndome mal, simplemente lo ignoraba.

Entonces, llegó diciembre con pocas excentricidades respecto a años anteriores, después de todo se trata de Venezuela y la masa seguía sin estar para bollos, aunque si hubo hallacas. Lo cierto es que durante las dos últimas semanas de 2019, mi dieta cambió porque entre una cosa y otra pasé casi dos semanas sin cocinar entre hallacas, pan de jamón y recalentados. Todos estos pequeños y sostenidos excesos al parecer fueron más grasosos de lo normal y volvieron a provocar el extraño malestar y dolor la madrugada del 30 de diciembre. Ahí si entendí era algo a lo que tenía que prestarle atención. Claro en enero porque ¿qué médico atiende un 30 de diciembre?

Llego enero

Pronto llegó enero, pero no dio chance de que investigara ni se reincorporaran los médicos, la madrugada (sí, otra vez de madrugada los cólicos biliares atacan de noche) del 03 de enero de 2020 empezó otro cólico biliar que más que su intensidad era su persistencia lo que lo hacía más desesperante. Esa noche fue larga, intentaba con desesperación vaciar mi estómago (vomité, oriné, evacué) nada daba alivio al dolor.

A las 5 am, con al menos 5 horas de dolor continuo, llamé al seguro (el cual pago solo por el servicio de ambulancia – que dejó de funcionar en marzo 2020 - , ya que la póliza no cubre nada y no he logrado conseguir otra porque mi esposo es diabético y no lo quieren asegurar). Llamamos a emergencias y en 45 minutos ya estaban en casa atendiéndome, ahí supe estaba sufriendo de la vesícula y el dolor no era otra cosa que un cólico biliar.

Los paramédicos me colocaron un calmante y me dieron la orden para un eco abdominal, gracias al calmante me sentí aliviada y me pudieron llevar a la clínica para realizarme el eco abdominal y comprobar el estado de mi vesícula, estaba inflamada, tenía una piedra de centímetro y medio, barro biliar. La gran pregunta ¿qué médico me puede atender?, solo el ingreso a emergencias era $300, solo por entrar.

Mientras el gran dilema se presentaba tuve lo que ha sido el momento más agudo del malestar volví a vomitar, esta vez hasta la bilis y me descompensé, tanto que mis padres y mi esposo me tuvieron que acostar en las sillas de la sala de espera de la clínica, estaba mareada, débil y dudando si aguantaría el malestar.

Estando acostada en las sillas de la sala de espera, me sentía como una indigente desvalida, mi mamá y mi esposo consiguieron a un médico que leyó el eco y les dio la noticia de que me tenía que operar, en esa clínica el presupuesto rondaba los $5.000. Gracias a Dios, mientras ellos recibían esa noticia yo me había logrado reincorporar, me sentía aliviada y mejor, tanto que me encontraron echando broma con mi papá. Entonces, hicimos lo único que podíamos hacer ese día ir a la farmacia a buscar los calmantes que había recetado el médico, descansar y hacer una dieta baja en grasas. Mientras empezábamos a sacar cuentas ¿De dónde se sacan $5.000? ¿Quién tiene $5.000? ¿Qué tan traumático será un hospital?

Pasaron los días y nos recomendaron otro cirujano, fuimos a conocerlo una semana después, el 10 de enero, una consulta de $10 nos dio un presupuesto de $2.500, aún inalcanzable pero quizás menos difícil. El tema era cuánto tiempo tardaríamos en reunir el dinero y más importante aún mi vesícula aguantaría a que lo consiguiéramos.

Justo una semana después la buena sangre, colaboración y amabilidad característica de mi papá quien tiende a ayudar a todos con los que trabaja, nos trajo la buena noticia de poder ser atendida en el hospital, así que el 15 de enero fuimos a cita de cirugía. Para mi agrado fui sorprendida por un hospital bastante decente y con una doctora muy amable (contrario a lo que solemos escuchar y saber de los hospitales en Venezuela).

Comenzamos el camino preoperatorio, ese 15 de enero. Fue un mes que cambio en nuestros ritmos porque todos los días debía estar con mi papá a las 6:30 am para poder llegar al hospital a las 7am, mientras mi esposo se iba a trabajar, intentando sacar todo el trabajo posible, aún pensando en la carrera de reunir el dinero para la operación ($2.500 ó $5.000).

Finalmente, luego de realizarme todos los exámenes, volví a la cita de cirugía, siempre acompañada por mi papá y con la merienda que me enviaba mi mamá que creo pensaba que no desayunaba. Nos dieron la lista de compras para la operación, una vez reunimos todas las cosas nos dieron la cita para la operación, sería el día 12 de marzo del 2020.

Me aseguraban que al ser laparoscopia la operación es muy sencilla y la recuperación es bastante favorable.

La operación de mi vesícula

Ingresé al hospital la tarde del 11 de marzo, esa noche mi esposo y yo aprovechamos de conversar y hacer muchos planes respecto a nuestra empresa y su crecimiento. Fueron horas muy productivas. El cubículo en el que estábamos era bastante decente, hacía frío y logramos dormir bien esa noche, aunque ya a las 4 am yo estaba despierta, creo este fue mi mayor síntoma de ansiedad ese día. A las 5am me mandaron a bañar, lo cual no fue nada agradable, el baño, aunque estaba limpio era oscuro, no había agua, así que tocaba agua fría de tobo. Yo realmente soy cobarde para el frío.

Entre 8:00am y 8:30am me llevaron a quirófano, para variar (casi siempre me pasa) se me infiltró la vía y tuvieron que tomarme otra justo antes de colocar la anestesia. No recuerdo más, aunque la enfermera me dijo que al despertar no me porté bien, a mi familia le dijeron intenté pararme cuando estaba despertando y tuvieron que sujetarme entre varios. ¡Yo siempre acelerada!

Estando ya en el cubículo, como a las dos de la tarde me vistieron, realmente me impresionó ver mi barriga, especialmente mi ombligo. Mi ombligo es normal y bonito, se veía grande y además tenía puntos ¿qué le hicieron a mi ombligo?, además mi barriga estaba hinchada y deforme, supongo por el aire que usan en la operación y que aún no botaba los gases suficientes.

La primera vez que me senté fue horrible el malestar en la barriga, aunque a mi esposo la enfermera le había enseñado la técnica para levantarme abrazándome fue muy doloroso. Estuve un rato sentada y la primera vez que me paré creo no aguanté ni dos minutos y me mareé. Así que me volvieron a acostar, otra vez la molestia fue horrible, hasta que fue hora de la cena, en el hospital es a las 5pm, me llevaron una crema de verduras que sabía a gloria pues no había comido nada desde el día anterior y estaba hambrienta. Luego de comer conseguí fuerzas para pararme y caminar, que es lo más recomendado para sacar los gases de la cirugía, que incluso llegan al pecho y al hombro donde son muy molestos, especialmente para los movimientos de pararse y acostarse.

En la revisión de los doctores a las 9pm la doctora me revisó y me jamaqueó para que me levantara (esto ayudó a que mi esposo mejorara la técnica y se sintiera más seguro) y caminara. Caminé un buen rato hasta que me cansé y volví a acostarme, quedándome dormida rápido. No fue una noche tan tranquila como la anterior, pues los gases atacaban como cuchillos cortándome y también pasaron las enfermeras un par de veces a revisar y colocar tratamiento (antibióticos y analgésicos).

Al día siguiente los médicos me revisaron, al ser un hospital escuela, me sentí como conejillo de indias mientras los estudiantes explicaban el caso y el médico los interrogaba sobre complicaciones y procedimientos. Aprendí mucho y entendí todo estaba bien. Ese día mi mamá estaba muy ansiosa porque me dieran el alta pues, se había confirmado la presencia de coronavirus en el país. Me permitieron comer una galleta de soda, nos dieron el tratamiento y a eso de las 11 – 12 estábamos saliendo del hospital, tendría que volver el próximo lunes a que me quitaran los puntos.

Post operatorio y cuarentena por coronavirus

El viaje en carro hasta la casa fue una verdadera tortura, aunque mi papá iba muy lento las calles de Caracas no colaboran con sus huecos e irregularidades, todo movimiento o vibración lo sentía en la barriga, era desagradable y desesperante.

Mis papás nos dejaron en casa y fueron a buscarnos comida, mi mamá había preparado cremas y gelatina, nos ayudaron con el mercado de frutas y vegetales. Porque nosotros no habíamos podido comprar nada antes de la operación, estuvimos acelerados y agobiados entregando trabajo a nuestros clientes. Estar en casa y comer me reconfortaba, pero aún me sentía muy débil e indefensa por necesitar ayuda para cualquier movimiento.

Esa noche, viernes 13 de marzo de 2020, oficialmente empezó el capítulo del coronavirus en Venezuela, se decretaba la cuarentena a partir del lunes 16. Esa misma noche con esfuerzo y ayuda de mi esposo me senté en la computadora, no para trabajar sino para hacer mercado. Desde hace mucho uso el Excelsior Gama para comprar delivery, porque estando recién operada no me podían dejar sola y además con alerta de pandemia menos quería mi esposo se expusiera, el es diabético y además debía cuidarme, una asmática con post operatorio de vesícula. Debo decir que entre una cosa y otra la cuarentena me sentó muy bien y me permitió guardar un mejor reposo, porque de otra forma habría intentado ir a trabajar a los pocos días de operada.

La primera semana después de la operación de vesícula fue agotadora, estaba débil, casi no comía y necesitaba ayuda para todo, cosa que jamás me ha gustado. Lo bueno fue que no presenté ninguna de las complicaciones habituales, como diarrea cada vez que comes. Así que día a día iba ganando fuerza, aunque con lentitud. Mi esposo supo estaba mejor cuando me empecé a preocupar seriamente por el trabajo y pedía constantemente ir a buscar mi computadora, la cual estaba en la oficina junto a toda nuestra capacidad productiva, en casa solo tenemos una laptop para trabajos y emergencias menores.

El sábado 21 de marzo, me sentía mucho mejor solo necesitaba ayuda para pararme de la cama había conquistado cosas como ir al baño sin ayuda. Así que logré convencer a mi esposo de ir a la oficina a buscar nuestros equipos, yo lo acompañé y casi no sentí el viaje en la barriga. Solo lo ayudé a mantener las puertas abiertas mientras el cargaba todo.

La segunda semana después de la operación fue una semana de experimentación, poco a poco fui incorporándome a actividades, a estar sentada, a comer más, etc. Pero, aún necesitando largos ratos de descanso. Aquí empezamos a conversar sobre cómo mantener realmente la operatividad de la empresa, pensando más en la contingencia global que implica el coronavirus más que el post operatorio de mi vesícula, nuestros dos empleados no tienen conexión en sus casas y nuestra casa no estaba preparada para Home Office, así que empezamos a investigar para mejorar nuestras condiciones de trabajo, ya teníamos los equipos, pero no condiciones de trabajo, escritorio, sillas, internet de respaldo, material de oficina, impresora, etc. Por lo cual he estado investigando y he conseguido proveedores delivery de todos estos servicios y poco a poco hemos mejorado nuestras condiciones de Home Office para seguir adelante.

Estoy ya en la tercera semana del post operatorio de mi vesícula y estoy logrando mantenerme más rato operativa, avanzando y reorganizando todo porque ahora toca atender la contingencia del coronavirus desde casa, por el tiempo que sea necesario o más.


P.D.: Fui operada en el Hospital Vicente Salias - El Hospitalito

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