Hay dos tipos de ignorancia, la que implica falta de conocimiento y aquella que se refiere a la omisión de algo. En la historia de mi vesícula hay de ambas.
Esta historia comienza el día que nací,
pues como cualquier otro ser humano nací con un órgano llamado vesícula y
realmente después de 29 años su existencia nunca fue notoria, ni me enteraba de
que existía, como debe ser. Hasta que me diagnosticaron un cólico biliar la
madrugada del 03 de enero de 2020, había pasado toda la noche despierta y
adolorida. En ese momento fue en el que me enteré que tenía vesícula, las cosas
que descubrimos cuando algo deja de funcionar, como la vesícula no es un órgano
esencial (solo es un depósito de bilis, producida por el hígado) cuando empieza
a fallar y ocasionar problemas hay que removerla.
La historia de mi vesícula es una historia de ignorancia
Luego de diagnosticada, en retrospectiva,
resulta que tenía al menos 6 meses con extraños y frecuentes malestares
estomacales; sensación de hambre acompañada de gases, pero dentro del estrés
habitual deduje: hambre acabando de comer significa ansiedad. Aquí no hay nada
de que preocuparse, sigamos estresándome.
Transcurría julio 2019, mi vida estaba más
que conmocionada, en junio había tenido un accidente en moto del cual apenas me
recuperaba. Estaba en mi tercer mes de emprendedora, con mucho por hacer y sin
haber cubierto aún mis ingresos mínimos esperados. Indudablemente, todo lo que
me pasara podía ser endosado a la ansiedad, ¿quién se preocupa por tener
ansiedad?
Incluso, lo que hoy entiendo fue mi primer
cólico biliar, creí era una indigestión en la madrugada del 04 de agosto. Aquel
día había hecho un pequeño desastre comiendo en la noche, así que el dolor y
los gases los atribuí directamente a una indigestión. ¿Quién se alarma por una
indigestión? Este es el nivel de mi ignorancia sobre mis malestares físicos, no
son nada sigamos adelante, además ignorando las características de los
problemas vesiculares. La ignorancia y desconocimiento pudieron haberme llevado
a un cuadro mucho más complicado.
Fueron pasando las semanas y meses,
seguían los incomprensibles malestares y me acostumbre a vivir sintiéndome mal,
simplemente lo ignoraba.
Entonces, llegó diciembre con pocas
excentricidades respecto a años anteriores, después de todo se trata de
Venezuela y la masa seguía sin estar para bollos, aunque si hubo hallacas. Lo
cierto es que durante las dos últimas semanas de 2019, mi dieta cambió porque
entre una cosa y otra pasé casi dos semanas sin cocinar entre hallacas, pan de
jamón y recalentados. Todos estos pequeños y sostenidos excesos al parecer
fueron más grasosos de lo normal y volvieron a provocar el extraño malestar y
dolor la madrugada del 30 de diciembre. Ahí si entendí era algo a lo que tenía
que prestarle atención. Claro en enero porque ¿qué médico atiende un 30 de
diciembre?
Llego enero
Pronto llegó enero, pero no dio chance de
que investigara ni se reincorporaran los médicos, la madrugada (sí, otra vez de
madrugada los cólicos biliares atacan de noche) del 03 de enero de 2020 empezó otro
cólico biliar que más que su intensidad era su persistencia lo que lo hacía más
desesperante. Esa noche fue larga, intentaba con desesperación vaciar mi
estómago (vomité, oriné, evacué) nada daba alivio al dolor.
A las 5 am, con al menos 5 horas de dolor
continuo, llamé al seguro (el cual pago solo por el servicio de ambulancia –
que dejó de funcionar en marzo 2020 - , ya que la póliza no cubre nada y no he
logrado conseguir otra porque mi esposo es diabético y no lo quieren asegurar).
Llamamos a emergencias y en 45 minutos ya estaban en casa atendiéndome, ahí
supe estaba sufriendo de la vesícula y el dolor no era otra cosa que un cólico
biliar.
Los paramédicos me colocaron un calmante y
me dieron la orden para un eco abdominal, gracias al calmante me sentí aliviada
y me pudieron llevar a la clínica para realizarme el eco abdominal y comprobar
el estado de mi vesícula, estaba inflamada, tenía una piedra de centímetro y
medio, barro biliar. La gran pregunta ¿qué médico me puede atender?, solo el
ingreso a emergencias era $300, solo por entrar.
Mientras el gran dilema se presentaba tuve
lo que ha sido el momento más agudo del malestar volví a vomitar, esta vez
hasta la bilis y me descompensé, tanto que mis padres y mi esposo me tuvieron
que acostar en las sillas de la sala de espera de la clínica, estaba mareada,
débil y dudando si aguantaría el malestar.
Estando acostada en las sillas de la sala
de espera, me sentía como una indigente desvalida, mi mamá y mi esposo
consiguieron a un médico que leyó el eco y les dio la noticia de que me tenía
que operar, en esa clínica el presupuesto rondaba los $5.000. Gracias a Dios,
mientras ellos recibían esa noticia yo me había logrado reincorporar, me sentía
aliviada y mejor, tanto que me encontraron echando broma con mi papá. Entonces,
hicimos lo único que podíamos hacer ese día ir a la farmacia a buscar los
calmantes que había recetado el médico, descansar y hacer una dieta baja en
grasas. Mientras empezábamos a sacar cuentas ¿De dónde se sacan $5.000? ¿Quién
tiene $5.000? ¿Qué tan traumático será un hospital?
Pasaron los días y nos recomendaron otro
cirujano, fuimos a conocerlo una semana después, el 10 de enero, una consulta
de $10 nos dio un presupuesto de $2.500, aún inalcanzable pero quizás menos
difícil. El tema era cuánto tiempo tardaríamos en reunir el dinero y más
importante aún mi vesícula aguantaría a que lo consiguiéramos.
Justo una semana después la buena sangre,
colaboración y amabilidad característica de mi papá quien tiende a ayudar a
todos con los que trabaja, nos trajo la buena noticia de poder ser atendida en
el hospital, así que el 15 de enero fuimos a cita de cirugía. Para mi agrado
fui sorprendida por un hospital bastante decente y con una doctora muy amable
(contrario a lo que solemos escuchar y saber de los hospitales en Venezuela).
Comenzamos el camino preoperatorio, ese 15
de enero. Fue un mes que cambio en nuestros ritmos porque todos los días debía
estar con mi papá a las 6:30 am para poder llegar al hospital a las 7am,
mientras mi esposo se iba a trabajar, intentando sacar todo el trabajo posible,
aún pensando en la carrera de reunir el dinero para la operación ($2.500 ó
$5.000).
Finalmente, luego de realizarme todos los
exámenes, volví a la cita de cirugía, siempre acompañada por mi papá y con la
merienda que me enviaba mi mamá que creo pensaba que no desayunaba. Nos dieron
la lista de compras para la operación, una vez reunimos todas las cosas nos
dieron la cita para la operación, sería el día 12 de marzo del 2020.
Me aseguraban que al ser laparoscopia la
operación es muy sencilla y la recuperación es bastante favorable.
La operación de mi vesícula
Ingresé al hospital la tarde del 11 de
marzo, esa noche mi esposo y yo aprovechamos de conversar y hacer muchos planes
respecto a nuestra empresa y su crecimiento. Fueron horas muy productivas. El
cubículo en el que estábamos era bastante decente, hacía frío y logramos dormir
bien esa noche, aunque ya a las 4 am yo estaba despierta, creo este fue mi
mayor síntoma de ansiedad ese día. A las 5am me mandaron a bañar, lo cual no
fue nada agradable, el baño, aunque estaba limpio era oscuro, no había agua,
así que tocaba agua fría de tobo. Yo realmente soy cobarde para el frío.
Entre 8:00am y 8:30am me llevaron a
quirófano, para variar (casi siempre me pasa) se me infiltró la vía y tuvieron
que tomarme otra justo antes de colocar la anestesia. No recuerdo más, aunque
la enfermera me dijo que al despertar no me porté bien, a mi familia le dijeron
intenté pararme cuando estaba despertando y tuvieron que sujetarme entre varios.
¡Yo siempre acelerada!
Estando ya en el cubículo, como a las dos
de la tarde me vistieron, realmente me impresionó ver mi barriga, especialmente
mi ombligo. Mi ombligo es normal y bonito, se veía grande y además tenía puntos
¿qué le hicieron a mi ombligo?, además mi barriga estaba hinchada y deforme,
supongo por el aire que usan en la operación y que aún no botaba los gases
suficientes.
La primera vez que me senté fue horrible
el malestar en la barriga, aunque a mi esposo la enfermera le había enseñado la
técnica para levantarme abrazándome fue muy doloroso. Estuve un rato sentada y
la primera vez que me paré creo no aguanté ni dos minutos y me mareé. Así que me
volvieron a acostar, otra vez la molestia fue horrible, hasta que fue hora de
la cena, en el hospital es a las 5pm, me llevaron una crema de verduras que
sabía a gloria pues no había comido nada desde el día anterior y estaba
hambrienta. Luego de comer conseguí fuerzas para pararme y caminar, que es lo
más recomendado para sacar los gases de la cirugía, que incluso llegan al pecho
y al hombro donde son muy molestos, especialmente para los movimientos de
pararse y acostarse.
En la revisión de los doctores a las 9pm
la doctora me revisó y me jamaqueó para que me levantara (esto ayudó a que mi
esposo mejorara la técnica y se sintiera más seguro) y caminara. Caminé un buen
rato hasta que me cansé y volví a acostarme, quedándome dormida rápido. No fue
una noche tan tranquila como la anterior, pues los gases atacaban como cuchillos
cortándome y también pasaron las enfermeras un par de veces a revisar y colocar
tratamiento (antibióticos y analgésicos).
Al día siguiente los médicos me revisaron,
al ser un hospital escuela, me sentí como conejillo de indias mientras los
estudiantes explicaban el caso y el médico los interrogaba sobre complicaciones
y procedimientos. Aprendí mucho y entendí todo estaba bien. Ese día mi mamá
estaba muy ansiosa porque me dieran el alta pues, se había confirmado la
presencia de coronavirus en el país. Me permitieron comer una galleta de soda,
nos dieron el tratamiento y a eso de las 11 – 12 estábamos saliendo del
hospital, tendría que volver el próximo lunes a que me quitaran los puntos.
Post operatorio y cuarentena por coronavirus
El viaje en carro hasta la casa fue una
verdadera tortura, aunque mi papá iba muy lento las calles de Caracas no
colaboran con sus huecos e irregularidades, todo movimiento o vibración lo
sentía en la barriga, era desagradable y desesperante.
Mis papás nos dejaron en casa y fueron a
buscarnos comida, mi mamá había preparado cremas y gelatina, nos ayudaron con
el mercado de frutas y vegetales. Porque nosotros no habíamos podido comprar
nada antes de la operación, estuvimos acelerados y agobiados entregando trabajo
a nuestros clientes. Estar en casa y comer me reconfortaba, pero aún me sentía
muy débil e indefensa por necesitar ayuda para cualquier movimiento.
Esa noche, viernes 13 de marzo de 2020,
oficialmente empezó el capítulo del coronavirus en Venezuela, se decretaba la
cuarentena a partir del lunes 16. Esa misma noche con esfuerzo y ayuda de mi
esposo me senté en la computadora, no para trabajar sino para hacer mercado.
Desde hace mucho uso el Excelsior
Gama para comprar delivery, porque estando recién operada no me podían
dejar sola y además con alerta de pandemia menos quería mi esposo se expusiera,
el es diabético y además debía cuidarme, una asmática con post operatorio de
vesícula. Debo decir que entre una cosa y otra la cuarentena me sentó muy bien y
me permitió guardar un mejor reposo, porque de otra forma habría intentado ir a
trabajar a los pocos días de operada.
La primera semana después de la operación
de vesícula fue agotadora, estaba débil, casi no comía y necesitaba ayuda para
todo, cosa que jamás me ha gustado. Lo bueno fue que no presenté ninguna de las
complicaciones habituales, como diarrea cada vez que comes. Así que día a día
iba ganando fuerza, aunque con lentitud. Mi esposo supo estaba mejor cuando me
empecé a preocupar seriamente por el trabajo y pedía constantemente ir a buscar
mi computadora, la cual estaba en la oficina junto a toda nuestra capacidad
productiva, en casa solo tenemos una laptop para trabajos y emergencias menores.
El sábado 21 de marzo, me sentía mucho
mejor solo necesitaba ayuda para pararme de la cama había conquistado cosas
como ir al baño sin ayuda. Así que logré convencer a mi esposo de ir a la
oficina a buscar nuestros equipos, yo lo acompañé y casi no sentí el viaje en
la barriga. Solo lo ayudé a mantener las puertas abiertas mientras el cargaba
todo.
La segunda semana después de la operación
fue una semana de experimentación, poco a poco fui incorporándome a
actividades, a estar sentada, a comer más, etc. Pero, aún necesitando largos
ratos de descanso. Aquí empezamos a conversar sobre cómo mantener realmente la
operatividad de la empresa, pensando más en la contingencia global que implica el
coronavirus más que el post operatorio de mi vesícula, nuestros dos empleados
no tienen conexión en sus casas y nuestra casa no estaba preparada para Home
Office, así que empezamos a investigar para mejorar nuestras condiciones de
trabajo, ya teníamos los equipos, pero no condiciones de trabajo, escritorio,
sillas, internet de respaldo, material de oficina, impresora, etc. Por lo cual
he estado investigando y he conseguido proveedores delivery de todos estos
servicios y poco a poco hemos mejorado nuestras condiciones de Home Office para
seguir adelante.
Estoy ya en la tercera semana del post
operatorio de mi vesícula y estoy logrando mantenerme más rato operativa,
avanzando y reorganizando todo porque ahora toca atender la contingencia del
coronavirus desde casa, por el tiempo que sea necesario o más.
P.D.: Fui operada en el Hospital Vicente Salias - El Hospitalito
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