Ha pasado un año desde que renuncié al empleo que más me fortaleció profesionalmente y a la vez más me destruyó moralmente.
Siempre que aceptamos un empleo hemos realizado una negociación, de salario y conocimientos, para asumir un cargo por cierta cantidad de dinero. Aunque parece sencillo lo que se negocia no es tan simple, hay algo en mi experiencia que negociamos aún sin saberlo y son nuestros valores por los valores corporativos.
El comienzo
Cuando empezamos nuestra vida profesional estamos ávidos de demostrar todo lo que sabemos, lo mucho que valemos, a la vez que vamos adquiriendo toda la sabiduría de la experiencia que muchas veces nos falta. Así que, al empezar nuestra vida laboral la mayoría de las cosas nos pueden parecer normales y correctas, hasta que vamos madurando profesionalmente y conociendo otras empresas, sea porque cambiamos de empleos o simplemente conversamos con nuestros compañeros las distintas experiencias empresariales, con lo cual formamos nuestra opinión de cómo debería desempeñarse perfectamente nuestra profesión y cargo en cualquier empresa. Cuando entendemos cómo debería ser nuestro lugar y funcionamiento en una empresa valemos mucho más para ella porque podemos pujar por su desarrollo lo cual muchos supervisores saben apreciar (y hay que reconocer que muchos otros lo envidian).
El agua estancada se pudre
Como profesionales tenemos que movernos constantemente, no se trata sólo de cambiar de empleo (lo cual es muy bueno en los inicios para formar la opinión que mencioné anteriormente), se trata de seguir estudiando ampliando las herramientas de manejo empresarial y la interacción con otros profesionales, no estás contratado sólo para apretar una tecla sino para ser parte de la empresa, para entenderla y colaborar a que perdure en el tiempo. Cuando nos movemos crecemos individualmente y así podemos aportarle mucho más a la empresa. Pero, hay que tener cuidado de creer que nos estamos moviendo libremente cuando realmente estamos en una pecera, esto sucede cuando nos sumergimos tanto en la cultura corporativa que vivimos que no nos permite pensar ni hacer nada que no haya sido previamente modelado por sus propias limitaciones. En este caso como cualquier pez atrapado se está condenado a morir en corto plazo. En mi humilde opinión por estancarse en una pecera muchos terminan sufriendo Burn Out.
Los valores no son negociables
Cada empleo tiene su aporte a tu vida profesional y hay que valorarlo por eso, más allá de la satisfacción económica del salario que en Venezuela es bastante complicada. En el caso del empleo al que renuncié hace un año le debo mucho, en especial a mi primera jefa, porque aprendí mucho sin él no podría estar viviendo la aventura emprendedora-freelance que vivo hoy e incluso me enseñó que por más que ames tu empleo los valores no se negocian, porque los valores son la guía que tenemos para ser fieles a nosotros mismos, nuestros parámetros del bien y el mal. Cuando negocias tus valores por los de la empresa, incluso sin darte cuenta, sea en el corto, mediano o largo plazo te perderás a ti mismo y vivirás en modo automático, como en la película Click pasarás los días perdiendo el control de lo que quieres y debes hacer por cumplir con las metas por caminos que están totalmente fuera de ti.
Particularmente, no puedo negociar la honestidad ni la dignidad humana, creo que van de la mano. Si bien, la finalidad de la empresa es perdurar en el tiempo lo cual revela que los empleados son prescindibles en ese mismo tiempo, no quiere decir que haya que tratarlos como cosas. Creo que es mucho más honesto negociar la renuncia de un empleado que tratarlo como una cosa arrumbada para esperar que renuncie, el que pueda hacer eso atenta contra su propia dignidad.
Quizás sólo sea yo y mi paradigma la frase de Don Bosco Buenos Cristianos y Honrados Ciudadanos, pero hace un año recuperé más de lo que me podía ofrecer cualquier empleo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario